03 octubre 2006

Soy un perro de Pavlov

De la serie: Mis otros yos

Tuve que hacerlo. Regresé a estudiar idiomas, no puedo vivir sin ellos. Por primera vez en la vida estoy pagando por un curso. Las cuotas de la universidad de uno o dos pesos por un semestre, no cuentan, son simbólicas. Las maestras de japonés tienen una técnica muy peculiar de dar clases. Existen ademanes predefinidos, como cruzar los antebrazos en forma de equis, o levantar la mano y hacer los trazos de un kanji en el aire. También hay ciertos materiales, que forman parte ya del equipo de enseñanza. Las fotos nunca faltan, los dibujos son otros. Y uno se acostumbra a todo eso. Después de tres años de haber dejado el japonés, el examen de colocación me puso en un nivel muy básico. Así que me encontraba frente a una maestra, que nos pasaba unos dibujos de la misma manera que hacen los psicólogos a sus pacientes, uno detrás del otro, y preguntándonos que es lo que hacía la persona del dibujo. Y de repente, sin saber porque, las palabras brotaron de mi boca. No sabía porque, es más, no sabía que estaba diciendo, pero a cada dibujo yo respondía con algo. Un algo que si me lo hubieran preguntado en otras circunstancias, no hubiera podido recordar. Pero ahí, en la clase, algunas neuronas oxidadas se activaron, y me hicieron responder como autómata frente a cada uno de los estímulos que yo recibía. Soy un perro de Pavlov.

2 comentarios:

Alice dijo...

ademas de cruzar los brazos otra cosa es que cuando se refieren a si mismos en vez de apuntar con el dedo al pecho diciendo "yo", apuntan a la nariz!! eso es raro!!

El Malvado Topo dijo...

Es cierto! ya no me acordaba de esa!
Saludos!