12 octubre 2006

Te descubrí mirandome...

De la serie: banalidades

Me encantan las meseras. Tengo fantasías con muchas de ellas. La favorita de la temporada, es decir, la que nos atiende en el lugar donde vamos a comer tres días a la semana, se llama Susana. Es linda, pero tiene un no se que, que me hace detenerme. Es obvio que no le soy ni me es indiferente. Ya le he demostrado que me interesa, siempre le doy las gracias por cualquier cosa, y de manera muy atenta. Le he hecho preguntas y comentarios más personales (hasta le dejo buena propina, ja!). A veces le saco una sonrisa. Eso ya cuenta como que corresponde un poco a veces, tomando en cuenta que siempre tiene una actitud bastante altiva. Hace poco hasta se mostró atenta y me aclaró que el helado de postre era de vainilla y no de fresa, mi sabor favorito. Pero no se que me detiene a buscar algo más; si solo es la ilusión de llegar a algo con la linda meserita que me atiende, o la época de recesión de ninguna mujer me convence... o un poco de ambos. Así que hoy fui un poco desganado a comer, y por primera vez en mucho tiempo, no puse mi cara de tonto de siempre, con la que la sigo por todo el restaurante, esperando que en algún momento me mire y pueda sonreírle. Y curiosamente, se dio cuenta. Se dio cuenta que no la miraba y fue ella la que mi miró en su recorrido hacia la cocina. Lo noté inmediatamente, pero soy muy bueno disimulando. Lo hizo en más de una ocasión, una y otra vez.

Ni siquiera porque sonaba un poco ronca, le pregunté por su estado de salud. Todo el tiempo fingí que estaba atento a la conversación de mis compañeros. Inclusive cuando me fui, no la busque con la mirada como he hecho otras veces. No se por qué. Será que realmente no quiero que pase nada con ella…

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